El Judas

Judas Iscariote fue el último de los doce apóstoles que siguieron a Jesucristo y precisamente el que le traicionó: por treinta monedas de plata indicó a los soldados quién era Jesucristo besándolo en el huerto de Getsemaní. Posteriormente, perseguido por el remordimiento, se suicidó.

    Estos hechos hicieron que la tradición cristiana convirtieran a Judas en el traidor por excelencia, enemigo de todos los cristianos y responsable último de la muerte de Jesús en la cruz. Por eso el pueblo ha dirigido siempre sus iras contra él, por eso en nuestro idioma la palabra «judas» es sinónima de traidor y se emplea como insulto.

    La religiosidad popular se manifiesta claramente en la ceremonia de la quema del Judas, que aparece en numerosas celebraciones repartidas por toda España e Hispanoamérica y cuyos orígenes parecen remontarse incluso más allá de la Edad Media.

    Esta costumbre de quemar al Judas presenta en todos los casos una serie de características comunes. El protagonista es siempre un muñeco confeccionado con ropas viejas que se rellenan de paja, hojas, palos, ramas… al que se condena a la hoguera, en ocasiones con un juicio previo, entre el alborozo de la concurrencia.

    El acontecimiento tiene lugar entre el Sábado de Gloria, cuando se confecciona el muñeco, y el Domingo de Resurrección, cuando arderá en la hoguera, poniendo así punto final al dolor y seriedad que acompaña a la Semana Santa y sirviendo de inicio a un nuevo ciclo más alegre y festivo (así en Tanganana -Tenerife-, la quema va seguida de una gran fiesta donde corren el vino y el ron).

    Aunque no hay estudios minuciosos sobre esta tradición, algunos etnólogos señalan su coincidencia con otras fiestas populares desarrolladas en diversos lugares, como la «quema de los años viejos» o las más conocidas «fallas». Todas ellas corresponden, probablemente, a ritos anteriores al cristianismo, quizás a sacrificios de personas y animales con los que se buscaba expiar culpas colectivas y así procurar el perdón de una fuerza superior. Sea como fuera la celebración cobró auge a partir de la Edad Media, quizás como imitación de los juicios y condenas a la hoguera llevadas a cabo por la Inquisición. 

 Con unas u otras variantes esta celebración se lleva a cabo en cientos -quizás miles- de localidades españolas, repartidas por diversas provincias y comunidades, así, por citar sólo algunos lugares en Sevilla (Coripe, Almadén de la Plata), Huelva (El Campillo) , Cádiz (Bornos), Málaga (numerosos pueblos, como Jubrique, Alahurín y la propia capital), Almería (Somontín, Purchena), Granada (Soportújar), Murcia (Águilas, Albudeite), Canarias (Tanganana, Puntallana), Navarra (Los Arcos), Álava (Lagrán), La Rioja (Arnedo, Alfaro, Pedroso), Burgos (Traspaderne, Arbujuelo), Soria (Utrilla, Arcos de Jalón), Guadalajara (Siguenza), Cáceres (en todo el Valle del Jerte y en la comarca de la Vera), etc. Es curioso el hecho de que en algunas localidades, especialmente en La Rioja y País Vasco, queman al judas y a la judesa.

    En Hispanoamérica la celebración de la quema del Judas está aún más difundida y enraizada. Desde Chile y Argentina hasta México, pasando por Colombia, Venezuela, Panamá, Brasil, Nicaragua… miles de lugares repiten año tras año esta tradición importada por los conquistadores españoles, aunque de forma más compleja: tras confeccionar «el judas», es juzgado y condenado, pero antes de perecer en la hoguera se procede a la lectura de su testamento, que es una crítica jocosa, con frecuencia en verso,  de las autoridades, de los notables y de los vicios de la sociedad. Los barrios, las asociaciones de vecinos, los bares y restaurantes hasta las empresas, celebran su propio judas, siempre con gran abundancia de pólvora. Es tal la difusión de esta constumbre que numerosas manifestaciones políticas y sociales finalizan con «la quema del Judas», pero en este caso el muñeco toma la forma del ministro de turno, el presidente cuestionado o el empresario odiado.

Tradición del Judas en Felechas

En la provincia de León el ritual de la quema del Judas se circunscribe únicamente al cuadrante oriental, aproximadamente desde Boñar al límite con la provincia de Palencia, zona en la que toma además unas características especiales muy diferentes de las que presenta en otras provincias y comunidades.

    La quema del Judas era una auténtica fiesta y, por tanto, era preciso hacer previamente acopio de bebidas y comida. En los días anteriores, los mozos pedían por las casas, donde los vecinos daban chorizos, huevos, dinero, etc., que servirían para celebrar en la noche del Sábado Santo una cena de camaradería.

    El día de Sábado Santo se confeccionaba el judas rellenando ropa vieja con hierba, se le calzaba también con unas botas usadas y se le hacía la cabeza, lo más difícil, pero que, de una manera u otra siempre salía (últimamente se le ponía una careta).

    Después de la cena se le cuelga en un lugar visible y se vela durante toda la noche, pues una de las particularidades de la zona es que la tradición marca que unos pueblos pueden robar los judas de los demás. Eso sí, para los robados es toda una afrenta que se comentará y reirá durante todo el año en las cercanías, y para el «ladrón», toda una gesta, de la que se vanagloriará una y otra vez. Cuentan que hace unos años los mozos de Felechas, tras una noche de mucho trasiego, lograron reunir cuatro «Judas» en el pueblo. Claro que también hubo años que es mejor no recordar lo que pasó.

    A las 12 de la noche se tocaba a Gloria, pues ha resucitado el Señor. Y entre bromas, cantos y libaciones se pasa la noche; al amanecer cada uno se retira a su casa.

    El Domingo de Gloria, por la tarde, se procede a la quema del Judas, con lo que concluye la fiesta.

    Por desgracia esta tradición ha ido poco a poco perdiéndose y son muy pocos los pueblos de la comarca que la mantienen

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     Judas Iscariote fue el último de los doce apóstoles que siguieron a Jesucristo y precisamente el que le traicionó: por treinta monedas de plata indicó a los soldados quién era Jesucristo besándolo en el huerto de Getsemaní. Posteriormente, perseguido por el remordimiento, se suicidó.

    Estos hechos hicieron que la tradición cristiana convirtieran a Judas en el traidor por excelencia, enemigo de todos los cristianos y responsable último de la muerte de Jesús en la cruz. Por eso el pueblo ha dirigido siempre sus iras contra él, por eso en nuestro idioma la palabra «judas» es sinónima de traidor y se emplea como insulto.

    La religiosidad popular se manifiesta claramente en la ceremonia de la quema del Judas, que aparece en numerosas celebraciones repartidas por toda España e Hispanoamérica y cuyos orígenes parecen remontarse incluso más allá de la Edad Media.

    Esta costumbre de quemar al Judas presenta en todos los casos una serie de características comunes. El protagonista es siempre un muñeco confeccionado con ropas viejas que se rellenan de paja, hojas, palos, ramas… al que se condena a la hoguera, en ocasiones con un juicio previo, entre el alborozo de la concurrencia.

    El acontecimiento tiene lugar entre el Sábado de Gloria, cuando se confecciona el muñeco, y el Domingo de Resurrección, cuando arderá en la hoguera, poniendo así punto final al dolor y seriedad que acompaña a la Semana Santa y sirviendo de inicio a un nuevo ciclo más alegre y festivo (así en Tanganana -Tenerife-, la quema va seguida de una gran fiesta donde corren el vino y el ron).

    Aunque no hay estudios minuciosos sobre esta tradición, algunos etnólogos señalan su coincidencia con otras fiestas populares desarrolladas en diversos lugares, como la «quema de los años viejos» o las más conocidas «fallas». Todas ellas corresponden, probablemente, a ritos anteriores al cristianismo, quizás a sacrificios de personas y animales con los que se buscaba expiar culpas colectivas y así procurar el perdón de una fuerza superior. Sea como fuera la celebración cobró auge a partir de la Edad Media, quizás como imitación de los juicios y condenas a la hoguera llevadas a cabo por la Inquisición. 

Judas. Felechas, hacia 1972 Judas. Felechas, 1987.

    Con unas u otras variantes esta celebración se lleva a cabo en cientos -quizás miles- de localidades españolas, repartidas por diversas provincias y comunidades, así, por citar sólo algunos lugares en Sevilla (Coripe, Almadén de la Plata), Huelva (El Campillo) , Cádiz (Bornos), Málaga (numerosos pueblos, como Jubrique, Alahurín y la propia capital), Almería (Somontín, Purchena), Granada (Soportújar), Murcia (Águilas, Albudeite), Canarias (Tanganana, Puntallana), Navarra (Los Arcos), Álava (Lagrán), La Rioja (Arnedo, Alfaro, Pedroso), Burgos (Traspaderne, Arbujuelo), Soria (Utrilla, Arcos de Jalón), Guadalajara (Siguenza), Cáceres (en todo el Valle del Jerte y en la comarca de la Vera), etc. Es curioso el hecho de que en algunas localidades, especialmente en La Rioja y País Vasco, queman al judas y a la judesa.

    En Hispanoamérica la celebración de la quema del Judas está aún más difundida y enraizada. Desde Chile y Argentina hasta México, pasando por Colombia, Venezuela, Panamá, Brasil, Nicaragua… miles de lugares repiten año tras año esta tradición importada por los conquistadores españoles, aunque de forma más compleja: tras confeccionar «el judas», es juzgado y condenado, pero antes de perecer en la hoguera se procede a la lectura de su testamento, que es una crítica jocosa, con frecuencia en verso,  de las autoridades, de los notables y de los vicios de la sociedad. Los barrios, las asociaciones de vecinos, los bares y restaurantes hasta las empresas, celebran su propio judas, siempre con gran abundancia de pólvora. Es tal la difusión de esta constumbre que numerosas manifestaciones políticas y sociales finalizan con «la quema del Judas», pero en este caso el muñeco toma la forma del ministro de turno, el presidente cuestionado o el empresario odiado. 

LA TRADICIÓN DEL JUDAS EN FELECHAS

    En la provincia de León el ritual de la quema del Judas se circunscribe únicamente al cuadrante oriental, aproximadamente desde Boñar al límite con la provincia de Palencia, zona en la que toma además unas características especiales muy diferentes de las que presenta en otras provincias y comunidades.

    La quema del Judas era una auténtica fiesta y, por tanto, era preciso hacer previamente acopio de bebidas y comida. En los días anteriores, los mozos pedían por las casas, donde los vecinos daban chorizos, huevos, dinero, etc., que servirían para celebrar en la noche del Sábado Santo una cena de camaradería.

    El día de Sábado Santo se confeccionaba el judas rellenando ropa vieja con hierba, se le calzaba también con unas botas usadas y se le hacía la cabeza, lo más difícil, pero que, de una manera u otra siempre salía (últimamente se le ponía una careta).

    Después de la cena se le cuelga en un lugar visible y se vela durante toda la noche, pues una de las particularidades de la zona es que la tradición marca que unos pueblos pueden robar los judas de los demás. Eso sí, para los robados es toda una afrenta que se comentará y reirá durante todo el año en las cercanías, y para el «ladrón», toda una gesta, de la que se vanagloriará una y otra vez. Cuentan que hace unos años los mozos de Felechas, tras una noche de mucho trasiego, lograron reunir cuatro «Judas» en el pueblo. Claro que también hubo años que es mejor no recordar lo que pasó.

    A las 12 de la noche se tocaba a Gloria, pues ha resucitado el Señor. Y entre bromas, cantos y libaciones se pasa la noche; al amanecer cada uno se retira a su casa.

    El Domingo de Gloria, por la tarde, se procede a la quema del Judas, con lo que concluye la fiesta.

    Por desgracia esta tradición ha ido poco a poco perdiéndose y son muy pocos los pueblos de la comarca que la mantienen.

Julián de la  Red

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