El Palo de los Pobres

Con el nombre genérico de «pobres» se denomina en la provincia de León a los mendigos o pordioseros, constituyendo una de las expresiones autóctonas que han perdurado.

    Existe en nuestra tierra una mendicidad curiosamente regular y rotativa. Los pobres que nos visitan son, por lo general, conocidos por la mayoría, ya que, salvo excepciones, son casi siempre los mismos.

    Normalmente la limosna consistía en un rebojo de pan y, si se andaba bien, alguna sobra del cocido. El día de la fiesta era diferente y aumentaba la cantidad y calidad de la limosna, aunque también aumentaba el número de pobres.

    Cuando un pobre llegaba al pueblo con intención de pernoctar en él preguntaba por «el palo de los pobres», es decir, en qué casa estaba el palo.

    El palo, que últimamente desapareció como objeto, existía realmente y era una señal para recordar al vecino siguiente que el próximo pobre que buscara cobijo habría de acogerlo él.

    Cuando algún vecino, por el motivo que fuese, se negaba a aceptar el palo cuando le tocaba la corrida, éste pasaba al siguiente, pero normalmente ocurría en muy raras ocasiones.

    Una vez guiado el pobre a la casa del vecino poseedor del palo, éste le daba la cena, consistente, por lo regular, en unas sopas de ajo, y a continuación le alojaba en el pajar, donde pasaría la noche, no sin antes asegurarse de que no llevaba encima ni cerillas ni «chisquero».

    Los gitanos no solían ser acogidos tan cordialmente, sino que casi siempre acampaban en las afueras del pueblo; si acaso, en invierno, algún vecino les dejaba el portal del carro para cobijarse y paliar así los rigores del clima.

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    Con el nombre genérico de «pobres» se denomina en la provincia de León a los mendigos o pordioseros, constituyendo una de las expresiones autóctonas que han perdurado.

    Existe en nuestra tierra una mendicidad curiosamente regular y rotativa. Los pobres que nos visitan son, por lo general, conocidos por la mayoría, ya que, salvo excepciones, son casi siempre los mismos.

    Normalmente la limosna consistía en un rebojo de pan y, si se andaba bien, alguna sobra del cocido. El día de la fiesta era diferente y aumentaba la cantidad y calidad de la limosna, aunque también aumentaba el número de pobres.

    Cuando un pobre llegaba al pueblo con intención de pernoctar en él preguntaba por «el palo de los pobres», es decir, en qué casa estaba el palo.

    El palo, que últimamente desapareció como objeto, existía realmente y era una señal para recordar al vecino siguiente que el próximo pobre que buscara cobijo habría de acogerlo él.

    Cuando algún vecino, por el motivo que fuese, se negaba a aceptar el palo cuando le tocaba la corrida, éste pasaba al siguiente, pero normalmente ocurría en muy raras ocasiones.

    Una vez guiado el pobre a la casa del vecino poseedor del palo, éste le daba la cena, consistente, por lo regular, en unas sopas de ajo, y a continuación le alojaba en el pajar, donde pasaría la noche, no sin antes asegurarse de que no llevaba encima ni cerillas ni «chisquero».

    Los gitanos no solían ser acogidos tan cordialmente, sino que casi siempre acampaban en las afueras del pueblo; si acaso, en invierno, algún vecino les dejaba el portal del carro para cobijarse y paliar así los rigores del clima.

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